Vuelvo al terror. Toca hablar de un
cuento que me cautivó y después de un tiempo, gracias a una
conversación, lo comprendí de una mejor manera. Para los entendidos habrá sido
fácil darse cuenta que el título del post hace referencia al cuento En las colinas, las ciudades (Libros de Sangre I) del británico Clive Barker; pero, como ya lo dije, hablaré del cuento y no del autor, por esta vez. Antes advierto que si alguien tiene la intención de leer el cuento y no
quiere saber el final, deje inmediatamente este post.
Está esta pareja conflictiva de ingleses, Mick y Jud (un profesor de danza y un periodista), que viajan por las carreteras de Yugoslavia. Ellos tienen personalidades opuestas y, al parecer, ninguno piensa ceder en nada para complacer al otro, al menos que se trate de sexo. Pero eso no es lo trágico de la historia. Lo que sí es trágico es que estos dos personajes se encuentran en medio de las colinas a dos gigantes que se enfrentan continuamente en batallas sangrientas. ¡Pobres ingleses!, se convertirán en víctimas, aunque de distinta manera.
Antes de seguir contando, hay que hacer una aclaración: no se trata de dos gigantes, sino de las ciudades de Popolac y Podujevo. Los pobladores de estas tienen años enfrentándose en batallas y cada pueblo lo hace formando un solo cuerpo enorme, una sola masa. Ahí está el terror en este cuento. Pero, que no se confunda, no me refiero al hecho pertubante que puede ser imaginarse o, en el caso de involucrarse más en la historia, presenciar una criatura cuyas células sean hombres, mujeres, niños, ancianos y cuerpos sin vida que se articulan para componer cada extremidad, cada órgano, cada parte del cuerpo.
No, eso no es lo más terrorífico. Lo es el hombre convertido en una masa movida por la euforia y la violencia. Lo es perder la individualidad y que la colectividad valga más que la vida de una persona. Es ver como gente inocente pierde sus derechos ante la masa, como cuando Jud muere al caerle una piedra desprendida de una cabaña que destruye el gigante Popalac con su pierna. El terror es observar cómo una persona puede quedar tan fascinado por la masa que quiera desaparecer en ella.
Mick aprovechó su oportunidad. Aullando como un demonio, corrió hacia la
pierna, anhelando abrazarse al monstruo. Tropezó entre las ruinas y,
ensangrentado, se levantó de nuevo, intentando alcanzar el pie antes de
que éste se levantara y lo dejara atrás, Hubo un clamor de agónico
aliento cuando el mensaje que ordenaba moverse llegó al pie; Mick vio
cómo los músculos de la espinilla se agrupaban y unían mientras la
pierna comenzaba a levantarse. Hizo una última embestida sobre el
miembro cuando éste iniciaba su ascenso, aferrándose a un arreo, o a una
cuerda, o al pelo humano, o a la carne misma; cualquier cosa que le
sirviera para asirse a este milagro pasajero y formar parte de él. Mejor
ir con él a cualquier parte, servir a su propósito, cualquiera que
fuese; mejor morir con él, que vivir sin él.