lunes, 9 de diciembre de 2013

El miedo

Durante muchos años de mi vida he tenido miedo a muchas cosas y aún le temo a muchas de ellas. Desde cuarto de primaria recuerdo que salir al frente de la clase era una de ellas. Era casi imposible. La transpiración, el corazón que aceleraba, las orejas rojísimas, los ojos llorosos y la voz temblorosa me derrotaban en los primeros segundos que me dirigía al público. Evité muchas exposiciones en la etapa escolar simplemente faltando a clases. 

Pero no solo temía a una gran cantidad de gente en frente, sino también si se trataba de una sola persona. A veces sucedía que tenía terror dirigirme a personas con las que no tenía confianza o que no conocía. No tenía idea de qué decir o cómo comenzar una conversación. Evitaba por eso las fiestas o los quinceañeros (nunca fui a uno), situaciones en las que los adolescentes o jóvenes desean conocer a personas de su sexo opuesto (mayormente de su sexo opuesto). Tampoco iba al cine con amigos, ya que en una etapa de mi vida no había hecho amigos. 

También temía a las alturas, a lo insectos, pero esos temores aún los tengo y son distintos a los primeros que he mencionado. Los dos primeros no los he vencido totalmente, porque he aprendido que el miedo nunca desaparece del todo (o quizás sí, no puedo tener la certeza), pero sí que se le puede ver de una manera distinta: ya no como lo que me limita arriesgarme a hacer ciertas acciones, sino como un reto. 

Ya parece que me están saliendo frases de libros de autoayuda, pero no me molesta porque no las he copiado. Me he esforzado y ya no tengo miedo a hablar. Así es: lo que a algunos les puede parecer insignificante para alguien de 22 años, es una alegría para mí y ha significado una lucha.



sábado, 25 de mayo de 2013

Autoritarios e inquisidores

Regreso al terror. En realidad estoy exagerando, solo que a veces me aterroriza pensar en aquellas personas que creen que pueden imponer sus ideas a los demás. Y ocurre que siempre son muchos los que creen que el poder que tienen les da aquella licencia de decir cómo son las cosas y qué debemos hacer las personas. Toco este tema porque ahora hay dos asuntos que me tienen preocupado: uno de ámbito nacional y el otro, universitario.

Está aún en el país la discusión sobre si es necesario o no que el servicio militar sea obligatorio. Yo estoy totalmente en desacuerdo con que sea obligatorio por el simple hecho de que, si me pongo en la situación de que podría ser elegido, no quisiera cumplir con esa misión. Y sencillamente es mi decisión hacerlo o no. Y es que somos libres- "somos libres" es lo que proclama nuestro Himno Nacional, ¿no?- en tomar una opción u otra, según las distintas consideraciones que podamos tener. Podemos tomar una decisión hasta por un capricho y, si no afecta a los demás, hay que respetar eso.

Yesenia Álvarez, coordinadora del Colectivo de Jóvenes por la Libertad, propone varios argumentos que dan cuenta de que la propuesta de hacer obligatorio el servicio militar es un error: primero, los proyectos de vida de las personas no les pertenecen al Estado; segundo, es un error justificar su obligatoriedad excusando que los cuarteles pueden servir como reformatorios para los jóvenes que se dedican a la delincuencia; tercero, negarse a realizar el servicio militar no quiere decir que alguien no ame a su país porque hay distintas maneras de servir a la patria.

Por otro lado, en mi centro de estudios, que pertenece a la prelatura del Opus Dei, hay un nuevo gran Capellán, quien al parecer no conoce muy bien el mundo actual en el que vivimos. Digo esto porque en una reunión que tuvimos un grupo de alumnos con él nos dio a entender que pensaba que en Piura (departamento del Perú) vivíamos en un mundo de inocencia.

Bueno, resulta que nos había convocado para explicarnos que él estaba muy en desacuerdo con las fiestas que organizaban los alumnos de las distintas facultades para recaudar fondos con fines como las fiestas de graduación. El Capellán nos expresó que consideraba que la gente que le gustaba divertirse en fiestas no podían ser muy buenas personas porque, en vez de gastar tanto dinero en ello, deberían organizar actividades para implementar baños a colegios públicos.

Aquel personaje quería que algunos de los alumnos tratemos de convencer a los jóvenes en que aquello estaba mal. Y también nos propuso, sutilmente, delatar a alumnos– y creo que también profesores –con ciertos comportamientos incorrectos. Entonces, ¿de qué estábamos hablando? ¿Casería de “personas incorrectas”, prohibiciones y controles al comportamiento de los alumnos fuera de la universidad? Si es eso, es algo que definitivamente está fuera de su alcance. Y, definitivamente, me opongo a ello.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Mi proyecto de fotografía

Hace una semana tuve que presentar un proyecto de fotografía para un seminario de mi universidad. Era un trabajo complicado para mí porque muy pocas veces he cogido la cámara.

Primero no sabía sobre qué tema fotografiar. El profesor me propuso uno, pero no me convencía. Sin embargo le dije que tomaría su idea. Solo con tomar la primera foto me desanimé. Y con la presión de no saber qué hacer, le di protagonismo a una obsesión. Aquí dejo el resultado.


Entramados 

Desde niño me gustaba mirar una y otra vez los cables de luz que se veían por la ventana de mi casa. Y no solo los que veía desde esa ubicación, sino también los de las demás calles de Piura. Incluso cuando he viajado a alguna otra ciudad, una de las primeras cosas que he hecho es levantar la mirada- no porque haya grandes edificios a diferencia de la ciudad donde vivo- y buscar los cables para ver qué sensaciones me transmitían. A menudo sentía  melancolía o soledad, o creía al menos que estos elementos eran melancólicos y solitarios. También me parecían elementos peligrosos no solo por las descargas eléctricas que uno podría sufrir si tiene algún accidente con ellos, sino por el miedo de quedar enredado o diseccionado entre sus largas extensiones. 

En esta serie fotográfica los cables de luz son los protagonistas y su fin no es otro que mostrar una mirada que rescata un lado bello de estas líneas negras que se prolongan, en evidente caos, encima de nuestras cabezas. También se trata un poco de ese juego que hacemos de niños cuando nos tiramos al suelo y miramos las nubes para encontrarles cualquier forma.

La denuncia al cableado ilegal, aunque en algunas fotos se observe este peligro al que estamos expuestos, o la posible analogía que se puede establecer entre el caos de su entramado y el caos e ilegalidad presentes en la supuesta Piura “moderna” son temas que quedan descartados aquí. 


Armonía
Camuflados
Juego

Relaciones amorosas

Telaraña

Disección

Calma

Tensión
Nostalgia

lunes, 4 de marzo de 2013

Tom Kane y la pequeña Kitty

 Escena del capítulo siete de la primera temporada de la serie Boss.


Tom Kane, el alcalde de Chicago, se ha dado cuenta que su asistente, Kitty O'Neill, está "jugando" en contra suya. Y se lo hace saber en su oficina. Él la mira sentado desde su escritorio. Ella inicia "señor...", pero es interrumpida por la orden de Kane para que se siente. Ella obedece. "Ya te he preguntado si sabes quién soy. Y ahora, en este momento, para ti soy el puto angel de la muerte. Los próximos minutos te van a parecer el infierno si no me cuentas lo que quiero saber. Asiente". Kitty asiente. "Quieres jugar?", pregunta Kane y se levanta del asiento y se dirige hacia ella. "Vamos a jugar".

Kitty es de cabello rubio y corto, de cuerpo esbelto y rostro fino. Es una mujer muy atractiva, pero no es por eso que trabaja con el alcalde. Su inteligencia es su mejor arma, aunque en este ocasión parece que la decisión de ir contra de Kane ha sido tonta, ingenua, infantil. Continuemos.

"¡Qué triste, qué prosaico, qué vulgar! ¡Joder! ¿Eres consciente lo poco que se ha notado tu acto de desafío? ¿Y para qué? Para darle significado a tu trivial vida, tal vez. ¿Quieres sentir que te necesitan, que merece la pena? ¿Quieres ser importante?". Kane se acerca agresivamente hacia ella, pone sus manos sobre los brazos del asiento en que se encuentra Kitty y lleva su rostro delante de ella que, de repente, se ha vuelto tan pequeña, temerosa e insignificante. Insignificante, pero más adelante- en realidad en la segunda temporada - demuestra que es quizás la única persona que, con una gran estrategia y un poco de juego sucio,- porque con Kane solo se puede jugar sucio -puede ganarle algunas batallas. Pero solo algunas porque nadie está tan dispuesto a salvar su cargo como Kane. Nadie es tan sucio como para manipular a su hija y mandarla a la cárcel por un complicado problema de drogas, con el fin de que la opinión pública olvide todo lo malo y corrupción de su gestión y lo vea como un padre dolido que hace lo correcto. Pero sigamos con la escena.

"No lo eres. No importas una mierda. Si estás ocupando un buen puesto es porque te lo hemos dado nosotros, los que mandan aquí, los importantes". Kitty lo mira, con miedo, con ganas de llorar. "¿Y sabes otra cosa? Vivirás así toda la vida. Por mucho que trabajes, por muchos sacrificios inútiles que hagas, por mucho que te comprometas, sabes que siempre dependerás de alguien porque eres así". Kitty desvía la mirada. Ya casi no aguanta. Quizás siempre lo ha sabido. Quizás no le asusta tanto el alcalde- aunque debería - sino saber que eso es verdad. ¿Por qué no admitirlo? A muchas personas les corresponde el papel eterno de ser más que una sombra de otro hombre o mujer.

 "Y siempre lo serás: dependiente. Y ahora te has propuesto pasar a depender de otra persona. Es tan aburrido como predecible. Adelante, pero antes de pasar de este despacho quiero nombres. ¡Mírame! ¿A Quién se lo has dicho?". Y grita: "¡¿A quién?!". Kitty baja su cabeza, llora y responde: "A Zajac". Luego continua contando quiénes son los demás implicados.

viernes, 8 de febrero de 2013

En las ciudades, las masas

Vuelvo al terror. Toca hablar de un cuento que me cautivó y después de un tiempo, gracias a una conversación, lo comprendí de una mejor manera. Para los entendidos habrá sido fácil darse cuenta que el título del post hace referencia al cuento En las colinas, las ciudades (Libros de Sangre I) del británico Clive Barker; pero, como ya lo dije, hablaré del cuento y no del autor, por esta vez. Antes advierto que si alguien tiene la intención de leer el cuento y no quiere saber el final, deje inmediatamente este post.

Imagen de Damon Kowarsky Está esta pareja conflictiva de ingleses, Mick y Jud (un profesor de danza y un periodista), que viajan por las carreteras de Yugoslavia. Ellos tienen personalidades opuestas y, al parecer, ninguno piensa ceder en nada para complacer al otro, al menos que se trate de sexo.  Pero eso no es lo trágico de la historia. Lo que sí es trágico es que estos dos personajes se encuentran en medio de las colinas a dos gigantes que se enfrentan continuamente en batallas sangrientas. ¡Pobres ingleses!, se convertirán en víctimas, aunque de distinta manera. 

Antes de seguir contando, hay que hacer una aclaración: no se trata de dos gigantes, sino de las ciudades de Popolac y Podujevo. Los pobladores de estas tienen años enfrentándose en batallas y cada pueblo lo hace formando un solo cuerpo enorme, una sola masa. Ahí está el terror en este cuento. Pero, que no se confunda, no me refiero al hecho pertubante que puede ser imaginarse o, en el caso de involucrarse más en la historia, presenciar una criatura cuyas células sean hombres, mujeres, niños, ancianos y cuerpos sin vida que se articulan para componer cada extremidad, cada órgano, cada parte del cuerpo. 

No, eso no es lo más terrorífico. Lo es el hombre convertido en una masa movida por la euforia y la violencia. Lo es perder la individualidad y que la colectividad valga más que la vida de una persona. Es ver como gente inocente pierde sus derechos ante la masa, como cuando Jud muere al caerle una piedra desprendida de una cabaña que destruye el gigante Popalac con su pierna. El terror es observar cómo una persona puede quedar tan fascinado por la masa que quiera desaparecer en ella.

Mick aprovechó su oportunidad. Aullando como un demonio, corrió hacia la pierna, anhelando abrazarse al monstruo. Tropezó entre las ruinas y, ensangrentado, se levantó de nuevo, intentando alcanzar el pie antes de que éste se levantara y lo dejara atrás, Hubo un clamor de agónico aliento cuando el mensaje que ordenaba moverse llegó al pie; Mick vio cómo los músculos de la espinilla se agrupaban y unían mientras la pierna comenzaba a levantarse. Hizo una última embestida sobre el miembro cuando éste iniciaba su ascenso, aferrándose a un arreo, o a una cuerda, o al pelo humano, o a la carne misma; cualquier cosa que le sirviera para asirse a este milagro pasajero y formar parte de él. Mejor ir con él a cualquier parte, servir a su propósito, cualquiera que fuese; mejor morir con él, que vivir sin él.

sábado, 2 de febrero de 2013

Todos los elementos del terror en contra de Lana Banana

La serie American Horror Story: Asylum ha tenido casi un millón menos de seguidores que su primera temporada (leer aquí), pero eso no dice, según mi juicio, que sea una mala historia de terror o que la trama sea inferior a la anterior.

Lana Banana, como llamaba la Hermana Jude (Jessica Lange) a Lana Winters (Sarah Paulson), es la protagonista. Ella es una periodista cuya ambición es lograr la fama contando grandes historias. Con ese motivo llega a la mansión Briarcliff, un manicomio para criminales dementes. Este lugar pertenece a la Iglesia Católica y es dirigido, justamente, por la monja Jude, quien interna a Lana a la fuerza, antes de que esta cuente en el diario en el que trabaja sobre el maltrato que reciben los pacientes, poniendo como excusa la homosexualidad de la periodista. Es 1964.

Lo anterior es una nada de todo lo que ocurre en esta segunda temporada. Pero aquí no interesa contar todos los hechos; sino algunas razones para ver esta serie y que la hacen una buena historia de terror. Y no como las tontas películas que supuestamente han reinventado el género utilizando cámaras caseras y movimientos torpes para mostrar historias poco pensadas (Actividad Paranormal). Estas historias a menudo se desinflan y se vuelven hasta cómicas mientras avanzan.

Aquí dejo algunas de las razones que me han hecho disfrutar de Asylum y que debe considerar cualquier persona antes de deshechar la idea de verla por el hecho de que haya tenido menos seguidores que su primera temporada:
La mansión Briarcliff: los manicomios siempre son muy atractivos porque en él hay muchos seres retorcidos, tanto entre los pacientes como entre el personal del centro. Asylum aprovecha al máximo las historias de todos estos personajes y profundiza en los traumas y experiencias de algunos de ellos. La ninfómana Shelley (Chloë Sevigny), quien tiene uno de los peores finales al ser mutilidada una y otra vez como parte del experimento del Dr. Arthur Arden (James Cromwell); la supuesta Ana Frank (Franka Potente) que cree ser perseguida por los nazis hasta en el manicomio; Pepper (Naomi Grossman), una niña con microcefalia y retraso mental, son algunos de estos personajes que dan mayor fuerza a la historia principal.  

Todos los elementos del terror: aunque quizás para muchos esta sea la razón por la que no verían la serie, creo que esto es lo que hace de Asylum una historia distinta. No hay que ser prejuiciosos y darle una oportunidad. Esta serie demuestra cómo pueden convivir asesinos psicópatas, monjas fanáticas, raptos extraterrestres, un doctor que experimenta con seres humanos y posesiones demoniacas. ¿Difícil de digerir? Sí y por eso hay que darle un poco de tiempo y no abandonarla o cambiarla por lo fácil.
Jessica Lange no es una buena actriz. ¡Es excellente! Y ya lo ha demostrado con tantas actuaciones y sus dos premios Oscar en la mano. En la serie, no hay otro personaje tan fuerte como el interpretado por ella. Cada gesto, palabra, movimiento muestran a una monja despiada que cree ser poseedora de la verdad, pero que le atormenta su pasado.
¡Maldición! Al final no me salieron tantas razones por enumerar como creía. 

Como en la primera temporada, la riqueza de la serie está en la gran cantidad de personajes que presenta y cómo se aborda la historia de cada uno de ellos.

jueves, 31 de enero de 2013

Quien mucho abarca, poco aprieta


No negaré que antes estaba de acuerdo con la frase "quien mucho abarca, poco aprieta". Incluso, recuerdo haberla usado con un amigo. Pero, justamente, fue este amigo quien me hizo dar cuenta que no era eso tan cierto y que podía colaborar con profesores, ayudar a amigos con sus cursos, participar en campañas de solidaridad, apoyar con artículos periodísticos y etc. Y que podía hacer todas estas cosas bien. Quizás es de esta persona de quien más he aprendido sobre esfuerzo, prudencia e integridad. 

Además, si este dicho se cumpliera con todos no hubiesen existido tantos polímatas como Leornardo Da Vinci (perdón si he buscado un ejemplo tan fácil). Es seguro que estos hombres no creyeron en que debían limitarse en sus ansias por el conocimiento. Ahora solo imagino que aquella frase pueda haber surgido de la envidia de alguien para detener a otro en su búsqueda del saber.

Este es el primer post, el de bienvenida y el que anuncia el inicio de una batalla contra la frase "quien mucho abarca, poco aprieta". Se pretenderá expresar, con buenos argumentos, opiniones, comentarios, críticas sobre distintos temas; es decir, se tratará de abarcar mucho y apretar más. También se publicará algún trabajo periodístico o alguna creación (quizás un cuento) del dueño del blog.